Haciendo
números, sería un desastre para España si se van los catalanes. Habrá
una disminución en territorio, en impuestos, en turismo, en población,
en éxitos deportivos y sobre todo, en su influencia internacional. Vamos
a ver el turismo como ejemplo: 17 millones de extranjeros visitaron
Cataluña el año pasado, y en el conjunto de España, 75 millones.
Restando el uno del otro, España quedará en sólo 58 millones: una caída
del 23% sin más.
Cataluña es la parte más rica de España junto con el País Vasco. Que,
recordamos, también quiere irse. Hay un chiste por allí que dice: «¿y
por qué no se van los extremeños en vez de los catalanes?». España será,
en todo caso, más pequeña, más pobre y menos importante con la salida
de los catalanes. Eso, que no lo dude nadie.
Pero, en cuanto a los catalanes en sí, hay opiniones de todo tipo —desde
un oprobio fuerte hasta un cariño desmesurado y pasando por una
comprensión, o falta de la cual, por la situación actual—. Nuestras
opiniones son forzadas a veces por los medios, y es una pena ver cómo ha
caído últimamente la prensa nacional en su calidad e imparcialidad.
Parece que están obligados por el importante ingreso desde la publicidad
institucional a decir lo que otros —los gobernantes, evidentemente— les
exigen.
Hasta la RTVE ha sido criticada por sus propios periodistas por su
deformación de los hechos. Si mis opiniones están formadas por
información errónea o manipulada, pues, ¿a dónde voy yo? Esperándome,
frotando sus manos con mucho gusto, tenemos el OKDiario (por el lado
super-derechista) o Público (por la izquierda). Yo recibo información
—¿errónea?— todos los días en las redes sociales. Una persona me manda,
por ejemplo, artículos cotidianas de ‘Boicot los Productos Catalanes’.
No entiendo cómo esto podría ayudar a mejorar la situación. Los
catalanes, ¿son el enemigo?
Los polacos, digo, los catalanes, han sufrido insultos de sus
conciudadanos españoles desde hace mucho tiempo. Los gaditanos chillando
‘oé, a por ellos’ mientras que Rajoy manda diez mil policías a la
región para frenar el voto, y resulta que ni siquiera lograron encontrar
las urnas. Rompiendo, en vez del ‘referéndum ilegal’, unas cuantas
cabezas, creando más indignación entre la población. Quizás ésto ha
gustado en Cádiz, pero no en el extranjero, y sospecho que tampoco en
Madrid.
Mariano Rajoy ha demostrado ser un líder inepto. Será recordado por las
hemerotecas (mientras que no lo escriben los actuales medios
nacionales), no sólo como el presidente de la corrupción institucional,
sino también como él que perdió parte de la geografía nacional.
¿Cuál parece ser el problema con los catalanes? Barcelona es la segunda
ciudad de España, quizás la más importante en ciertos campos, pero no
tiene el reconocimiento de Madrid como tal. Quizás, haber puesto un
ministerio en Barcelona en su momento —Hacienda, por ejemplo— pudiera
haber cambiado la situación. Pero ya es tarde. El menosprecio de Madrid,
junto con la política inepta del presidente actual, ha causado mucho
daño.
En España sabemos muy bien que los asentamientos de poder están
hinchados con cortesanos que viven de la bondad, de los fondos, de los
oportunidades que hay. Son ‘los pringaos’ que todos conocemos. Están en
Madrid (para el atragantamiento de Barcelona), están en Sevilla (para el
sufrimiento de los almerienses), y están en Murcia, para que los de
Cartagena no vivan nada bien.
Yo, como residente desde hace muchos años en España, lamento mucho la
situación. ¿Hay salida? ¿Mandar tanques, crear presos políticos o
desmovilizar a los Mossos? Esto no va a solventar el problema. ¿Hacer
una revolución de palacio en Madrid, y poner un nuevo presidente mucho
más sensato? Quizás...
Almería Hoy
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